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FARC-EP: una educación alternativa

 

Era 1985 en el municipio de Acandí del departamento del Choco. Un pueblo conocido por su clima, ubicado en la costa del mar caribe y su compromiso en el desarrollo de turismo ambiental, ecológico, étnico y recreativo. No muy lejos en una vereda aledaña del municipio, vivía una familia dedicada a la ganadería principalmente a la lechería. Ahí se encontraba Ansisas García Ospino, un joven de 12 años que era muy comprometido con las labores de hogar, pues era lo que le habían enseñado sus padres durante toda su vida. 

 

Una mañana salia el sol por el este, como normalmente lo hace, los gallos cantaban y la plantas daban el inicio de un nuevo día. Ansisas se despertó, se cambió y como siempre, salió a cumplir con sus labores de casa. Primero decidió ir por el tinto para activar su energía, pues debía encerrar el ganado para empezar el proceso de ordeñamiento. Pero al llegar vio algo que no esperaba, su cuerpo estaba helado, su respiración parecía detenerse, el tiempo por un momento se detuvo… Su madre estaba muerta en frente de sus ojos, su padre la había asesinado. ‘’La guerra es inhumana, póngase donde se ponga, no le sirve a nadie, acaba con la sociedad, destruye los hogares’’ afirma Pedro, conocido así en el frente 34 de las FARC.

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Colombia ha sufrido una historia marcada en sangre, en donde muchos han perdido familia, amigos e incluso una vida. Por eso el 24 de agosto de 2016 en la Habana, Cuba, se firmó lo que sería un momento histórico para el país. El gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC decidieron ponerle fin a una guerra que por más de 50 años azotó el pueblo colombiano. Se creó un documento donde se definió una serie de puntos a tratar durante el proceso de paz, documento que debían cumplir tanto gobernantes como aquellos que dejaran las armas. 

 

El acuerdo permitió la creación de diferentes mecanismos para la reincorporación y reintegración de quienes participaron en el conflicto armado: la JEP (Jurisdicción especial para la paz); ARN (Agencia para la Reincorporación y la Normalización); además de la creación de Espacios Territoriales (ETCR) para el desarrollo de actividades bajo la supervisión gubernamental. Estos mecanismos han apostado en ayudar en la integración de aquellos que tuvieron que vivir una guerra que no querían; sin embargo, existen los que vieron el movimiento como la oportunidad que siempre habían deseado.

 

Ansisas a sus 12 años vivía con la familia de su madre. Sus abuelos y tíos eran partidarios de las ideologías que tenían las fuerzas revolucionarias y lo formaron primero a no tener rencor por lo que había sucedido. Con el paso de los años, empezó a dejar atrás todo, trabajaba y estudiaba, pero de a poco su familia se fue y se quedó solo. Era 1989, a los 16 años salió a buscar la oportunidad de mejorar su estilo de vida, golpeó mil puertas para entrar a estudiar y en ningún lugar le dieron respuesta. 

 

Una tarde bajo el sol del departamento del Choco, un grupo de amigos invitaron a este adolescente a ser parte de la guerrilla. Con la influencia de su familia y los sucesos del pasado, decidió presentarse. ‘’vamos, nos presentamos y nos explican de qué trata la lucha, incluso la primera charla me la da el camarada Perdomo que aún está acá. Nos dice para qué era la organización y cuál era su objetivo. Tenemos un par de meses para que pensemos y decidamos nos advirtió Perdomo, mientras nos daba una lista con cosas que teníamos que comprar para poder unirnos al movimiento’’. 

 

Pasaba el tiempo y la propuesta le rondaba en su cabeza, días y noches que se enfocaban en un solo sentido. Finalmente dos meses después, se presentó al frente 34. Ansisas sería conocido como Pedro Baracutado, el alias que llevó en las FARC-EP durante 37 años.

 

Aquellos que fueron obligados y recluidos a vivir la vida que deseaban, han buscado la oportunidad de hacer parte nuevamente de la sociedad colombiana y cumplir los sueños que algún momento dejaron atrás. Por eso, el punto 3 del acuerdo de paz se encarga de la vida de los excombatientes que decidieron ponerle fin a esa guerra. Se estipuló el desarrollo para conseguir ganancias en dinero y generar una rentabilidad económica para ellos. A esto se le denomina un proyecto productivo, donde un grupo de personas con el apoyo del gobierno ponen a correr una idea, suelen ser individuos y también empresas que aportan con el fin de lograr ganancias económicas para distintos fines. Dentro de estos proyectos productivos -ubicados en las ETCR- los excombatientes pueden desarrollar sus habilidades con el fin de reincorporarse a la vida civil. Actualmente existen 24 ETCR alrededor del país, bajo la supervisión de la ARN. 

 

Los excombatientes desde hace muchos años vienen trabajando de manera casi habitual con el campo y recursos que nuestro país ofrece. Muchos, desde pequeños, fueron empeñados en tareas y roles diferentes para lograr fortalecer el frente o sector que hacían parte. Sus aprendizajes les permitieron vivir de manera plena para completar el objetivo que podía tener el movimiento que pertenecía. ‘’Eso es un proceso de formación, las FARC es una universidad, pues se aprende de todo. Desde que uno es un niño le enseñan a pagar la guardia, a ranchar, a empacar y el aseo. Además del pensamiento político, que es lo fundamental para coger la línea de la organización’’. 

 

Pedro estuvo en ‘lucha’ por más de 20 años, días y noches donde sus conocimientos de agricultura y ganadería se potenciaban. Esto le aportó a su crecimiento, y generó habilidades de liderazgo con el paso del tiempo. En el 2002 fue nombrado comandante del frente 34 de las FARC hasta el día que acordaron con el gobierno entregar sus armas y ponerle fin a varios años de conflicto. ‘’Una cosa es que nos hayan impuesto la guerra y que nos tocara responder, más no porque nos guste. Nos da miedo que nos maten amarrados y humillados, eso es todo, no hacemos la guerra porque sea placentera, es porque nos ha tocado. Queremos un cambio en este país’’.

 

Son 13.023 ex miembros de las Farc los que se acogieron al proceso de reintegración, se conoce la ubicación específica de 12.036. En los espacios territoriales creados por el gobierno para este proceso hay 3220 y otros 8.816 se encuentra fuera de estos territorios; sin embargo, reportan de manera frecuente a la ARN su ubicación (en ciudades como en zonas rurales). Es decir, se conoce al menos el 90% de la ubicación de todos aquellos que se acogieron al proceso de paz. El 98% decidieron entregar las armas, pues tan solo 987 personas continuaron su vida en combate. La Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR, tiene un registro de aproximadamente 60.000 personas se han desmovilizado entre el 2002 y el 2020. ‘

 

Las cifras de la ARN indician que 371 excombatientes ya han cumplido con su proceso de reincorporación en las ETCR, faltando 2.849 por completarlo, pero muchos decidieron emprender una nueva vida en las principales ciudades del país y en su mayoría la capital de la república, pero esto ha tenido sus dificultades dado que las personas de la vida urbana se han visto incomodas ante la estigmatización que tienen en algunos casos los ex combatientes.

 

En los últimos 3 años han llegado a Bogotá más de 7.000 desmovilizados en búsqueda de oportunidades. Pero la estigmatización no es la única barrera. De acuerdo con la ARN, el perfil promedio de un desmovilizado dificulta su reintegración. Cada uno tiene su particularidad, la mayoría entró a un grupo armado cuando era menor de edad. El 75% es analfabeta y no tiene habilidades para un oficio distinto al de la mano de obra no calificada. El 90 % tiene una afectación emocional por los escenarios que vivieron en el conflicto. ‘’Emprender un nuevo estilo de vida no es fácil, cuando una persona quiere hacer un cambio, debe generar un proceso de aceptar muchos estímulos externos que lo limitarán intentando que se rinda. Hay que identificar que cosas se quieren mejorar, y hacerlos sentir que son personas importantes y por ende no se les puede juzgar, para que puedan regenerar sus vidas’’ afirma Yaneth Calderón, psicóloga especializada en la formación humana. 

 

La mayoría de los ex combatientes tienen conocimiento del campo. Eso dificulta encontrar un trabajo mientras estudian o buscan otras alternativas para sobrevivir. Aunque algo que se destaca de ellos, es su disciplina y compromiso, algo que aprendieron durante años en sus filas militares. La capacidad de liderazgo y de llevar las cosas a lo más alto. 

 

Tras dejar las armas, Pedro se dedicó a la ayuda comunitaria y puso en práctica todo lo que había aprendido esas mañanas donde se sentaba con su madre a ordeñar, escuchando las mejores lecciones que la vida le ha dejado o cuando tenía que salir con un par de botas y caminar por horas en busca del bienestar de sus ‘camaradas’. En 1998 conoció un mundo realmente apasionante, esto fue cuando disputó sus primeros partidos InterFARC durante los diálogos de El Caguán. Los guayos y el balón se convirtieron en un implemento más en la ‘lucha’ del movimiento. Desde entonces, entendió que el fútbol, además de ser un motivo para festejar y ayudar a las comunidades, era el camino que lo llevaría a la vida civil. Decidió emprender su proyecto productivo: ‘’Club deportivo PARE Colombia’’, que trata de una escuela deportiva de fútbol donde se forman jóvenes en busca de la paz. 

 

Como la historia de Ansisas alías ‘Pedro Baracutado’, existen miles que decidieron poner fin al conflicto y buscar la paz. La oportunidad de hacer el gran viaje de universos donde se conocen las personas que están detrás de una guerra que sufrió Colombia mucho tiempo.


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